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La palabra poltergeist deriva
de dos vocablos alemanes: un término folklórico, polter, que
significa «ruido», y geist, que significa «espíritu». Los
poltergeist son, pues, literalmente, «espíritus ruidosos». Y sean o no
espíritus, al menos se manifiestan de múltiples y escandalosas formas: ruidos
misteriosos, olores desagradables, muebles que se desplazan por su cuenta,
fríos súbitos, voces inexplicables, objetos que aparecen y desaparecen,
levitación incontrolada de las víctimas... todo esto son síntomas de lo que
suele denominarse «actividad poltergeist». Se trata de un campo
fenomenológico muy amplio, que a veces es difícil deslindar de otros
fenómenos de índole parapsicológica. El desarrollo de las investigaciones
psíquicas y de la parapsicología durante los últimos cien años ha introducido
un término más complicado para describir el fenómeno poltergeist: psicokinesis
espontánea recurrente (PKER).
Ya desde el siglo XII se han hallado testimonios de estos fenómenos. Entonces se aseguraba que eran causados por una fuerza maligna. Se creía que la actividad poltergeist no era sino una manifestación más del diablo, omnipresente en muchas imaginaciones de la época. Así, en 1599, el jesuita e historiador español Martín Antonio del Río, incluía a los poltergeist dentro de su clasificación de 18 clases de demonios exactamente en decimosexto lugar: Los del tipo decimosexto son espectros que en algunos momentos y lugares o casas se proponen causar diversas conmociones y molestias. Algunos molestan durante el descanso con entrechocar de cazos y arrojando piedras; otros tiran del colchón, haciéndote caer de la cama.
Aunque en
la actualidad hay gente que sostiene que la PKER puede ser atribuida a la
actividad de espíritus «elementales», en general se suele aceptar que tiene
un origen natural, no sobrenatural. Pero seguimos sin conocer a ciencia
cierta las causas y los motivos.
Las actividades poltergeist suelen presentar rasgos comunes en muchas de sus manifestaciones. Golpes y llamadas misteriosas son a menudo las primeras indicaciones de la presencia de un poltergeist. El reverendo Joseph Glanvill registró en 1666 un famoso caso de este tipo, caso que popularmente se conoció como «el tamborilero de Tidworth». Dos niñas ocupaban un dormitorio del que salía un extraño tamborileo. Los escépticos decían que eran las niñas las causantes del ruido, pero una investigación del caso demostró que eran totalmente ajenas al repiqueteo, puesto que sus manos estuvieron siempre a la vista de los numerosos testigos. Este ejemplo es en cierto modo un «clásico», puesto que está suficientemente documentado como para que no quepan dudas sobre la autenticidad del fenómeno, aunque nunca ha podido explicarse por medios «racionales». En 1848, en Estados Unidos, el célebre caso de las hermanas Fox pareció confirmar que los golpecitos eran la primera indicación de la actividad poltergeist. Este caso provocó, además, la fundación del movimiento espiritista, cuando algunos testigos supusieron que determinados espíritus estaban tratando de comunicarse a través de las dos chicas.
Otro
efecto frecuente de la actividad poltergeist consiste en el desplazamiento de
diversos objetos. Hay infinidad de ejemplos de este fenómeno, que puede tomar
diversas variantes. Así, los periódicos informaban el 23 de junio de 1981 de
que los relojes situados en una peluquería de Cullera (Valencia) adelantaban
misteriosamente hasta 4 horas sin que nadie los tocara. Se habían llegado a
colocar en el interior de la peluquería 7 u 8 relojes que funcionaban bien, y
todos ellos adelantaron varias horas. Incluso se dejó un reloj de pulsera sin
mandos, para que no pudiera ser manipulado, pero adelantó también varias
horas. Otras veces se trata de objetos que aparecen y desaparecen, sin motivo
aparente, en diferentes partes de la casa, o incluso objetos que, literalmente,
vuelan delante de los ojos de asombrados testigos.
Las voces desconocidas son también un rasgo común de la PKER. Se han postulado varias teorías para explicar este fenómeno; quizá la más plausible sea la de un médico francés del siglo XIX, Gilles de la Tourette, quien identificó algunos síntomas de trauma y stress grave en víctimas de poltergeist y clasificó estos fenómenos como formas de copropraxia (deleitarse con el uso de un lenguaje obsceno o utilizarlo de forma inapropiada) y ecolalia (repetición carente de sentido de modelos de lenguaje). Observó que algunos de sus pacientes, además, «hacían gestos obscenos». Según ésta y otras teorías, el impulso sexual, o libido, podría hallarse en la raíz de muchas experiencias de PKER. En el siglo pasado se supuso que las niñas en el umbral de la madurez sexual eran las culpables de todos los incidentes misteriosos, y, ciertamente, buena parte de los casos de PKER están relacionados con niñas que llegan a la pubertad. Sin embargo, actualmente resulta difícil de admitir que sea éste el único agente de las molestias. Este nuevo planteamiento del problema ha ayudado a que se conozcan más casos de poltergeist en que están involucrados niños o incluso hombres hechos y derechos. Hace cien años, las víctimas masculinas de la PKER solían ser ignoradas, puesto que contradecían la hipótesis aceptada universalmente. En un caso muy famoso, el del dotado inglés D. D. Home, que fue, investigado a fondo, se llegó incluso a decir que debía de tratarse de un homosexual.
Lo cierto
es, sin duda, que los desajustes sexuales pueden aumentar la capacidad
sensitiva de algunas personas; algunos casos recientes sugieren que la PKER
puede estar relacionada con las frustraciones y la angustia. Un caso de este
tipo ocurrió en Baviera, Alemania, en 1967. Una cantidad de incidentes
inexplicados fueron observados en el bufete de un abogado, acompañados por un
alarmante aumento del importe de la cuenta del teléfono. Las compañías de
electricidad y teléfonos fueron avisadas y se les pidió que revisaran las
instalaciones del edificio. Un examen reveló que el número de la hora se
activaba por sí solo. Un conocido parapsicólogo encontró el origen del
incidente en una chica de 19 años llamada Anne-Marie. Esta
tenía un notable efecto sobre las máquinas de la oficina que, según confesó,
no le gustaban: a su paso se derramaba el líquido de las fotocopiadoras,
mientras que otros aparatos parecían enloquecer. Al parecer, Anne-Marie no se
sentía satisfecha con su trabajo. La única explicación plausible para el
vertiginoso aumento de la cuenta del teléfono era que Anne-Marie se aburría
y, mentalmente, miraba la hora, activando así el número de la información
horaria. El día que Anne-Marie se casó, todos los incidentes cesaron por
completo.
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sábado, 6 de septiembre de 2014
POLTERGEIST
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