CONSEJERÍA
La vida está llena de retos y
conflictos. Solamente el hecho de levantarnos de la cama es un enorme compromiso
con nosotros y con la humanidad. Porque en estos sagrados tiempos en los cuales
nos ha tocado vivir, tiempos de velocidad vertiginosa y rápidas comunicaciones,
la vida como era conocida por nuestros ancestros ya no es la misma. Por todos
lados vemos escenas de crimen, pestes, guerras, religiones, conceptos, teorías
inexplicables y un sinnúmero de extravagancias, con las que nos toca lidiar,
sino frente a frente, al menos mentalmente. Esta clase de cosas sucediendo a
nuestro alrededor nos mueven hacia el inconformismo, el miedo desmesurado, la
inestabilidad síquica, el nerviosismo y una falta de seguridad personal que
raya en la esquizofrenia. Por ello no es
raro ver a mucha gente –jóvenes y adultos, hombres y mujeres, blancos, negros o
mestizos, ingleses, franceses, latinos o españoles- perdida entre la maraña de
situaciones lamentables que las empujan
a desconfiar de todo y de todos.
A mi Clínica del Alma llegó un
jovencito con problemas en sus estudios. A pesar de ser alguien con suma
capacidad intelectual, estaba a punto de perder su carrera y esto lo tenía
completamente nervioso y afligido. Sus padres habían gastado una fortuna en él
con el fin de sacarlo de la mediocridad por medio de la consecución de su
título de abogado, pero él se descuidó de sus estudios y estaba a punto de
perder la oportunidad de graduarse. Estaba pasando por un
grave conflicto en el que se mezclaban: su alto coeficiente intelectual, su
deseo de agradar a sus padres y las malas compañías.
Sucede que las personas con una
inteligencia privilegiada muchas veces se pierden en al camino por su
exacerbada imaginación y la falta de interés en las clases. Como todo les
resulta más fácil que a sus compañeros de estudios descuidan la disciplina y
por ello se ven en problemas a la hora de llegar a la universidad, donde los
métodos de estudio son distintos a los de la secundaria, y por su exceso de
confianza quedan rezagados en las pruebas. Si a esto añadimos que Carlos (seudónimo)
no poseía las cualidades necesarias para cursar estudios de notariado, pues era
un gran matemático, pero para estar bien con su padre, quien era un prominente
abogado de su comunidad, estudiaba la carrera de leyes a regañadientes, lo que
representaba un gran obstáculo para él. Por otro lado, conoció a algunos
compañeros de clase, los cuales estaban más concentrados en hacer dinero fácil
más que en estudiar, para lo cual se dedicaban a vender drogas y estimulantes,
y Carlos cayó en la trampa. Todo esto unido provocó que Carlos se volviera
negligente y descuidado, llevándolo a un estado de culpabilidad y vacuidad
donde lo único que importaba era la dosis diaria de drogas que consumía. No es
difícil prever el desenlace de aquel estado de cosas.
Cuando lo vi y escuché sus problemas
sentí que mi deber era ayudar a aquel muchacho hundido en la desesperanza. Le
indique los pasos a seguir: en primer lugar era necesario hablar con sus padres
sobre la indebida presión que ejercían sobre su hijo; en segundo lugar, era
necesario que Carlos y sus padres recibieran ayuda sicológica para enfrentar el
problema que no querían reconocer; y por último, el joven debía someterse a un
tratamiento de desintoxicación en una clínica especializada y además, debía
visitar la iglesia.
No fue sencillo explicar a los padres
de Carlos el derecho de su hijo a escoger la carrera de su agrado, ya que su
padre más que su madre pretendía, obcecadamente, que su hijo continuará y
culminará sus estudios en la facultad de leyes. Su argumento era que si su
abuelo y su padre eran abogados, pues él también debía serlo. Falacia que
muchos padres sostienen hoy en día. Al final, y viendo el estado de dependencia
de Carlos a la droga, tuvieron que
aceptar el error de su apreciación. Esto ayudo bastante al muchacho. De igual
manera, fue increíble la oposición de su madre a visitar un sicólogo, con el
juicio de que sólo los locos necesitan del profesional. Esta fue otra de las
batallas a las que se tuvo que enfrentar Carlos, y al final accedieron a ir al
especialista. Pero lo más difícil estaba por venir. El internamiento en una
clínica para la desintoxicación y la asistencia a las misas chocó con la
incredulidad de su papá y los temores del qué dirán los amigos si aceptan tener
un hijo adicto. Lo primero, para romper con esta oposición, fue emplear un té
de menta y manzanilla para ir preparando el organismo a la abstinencia. Con la
receta que yo les di, ellos pudieron comprar las plantas donde el naturista y
la infusión no sólo ayudó a Carlos sino también a sus padres que sufrían de
problemas nerviosos heredados. Luego de algunas sesiones, oraciones e
infusiones, al fin pudo Carlos aceptar su problema y recibir ayuda espiritual y
sicológica para enfrentar su adicción.
Hoy, Carlos, estudia ingeniería en
sistemas, dejó las drogas y todo a vuelto a la santa paz y normalidad en su
casa. Gracias a que la familia permitió recibir ayuda, las cosas marchan bien
en su hogar.
Yeni Lay
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