PARAPSICOLOGÍA
I. Definición y objeto
La p.
es una rama de la psicología general. Se ocupa de las impresiones y operaciones percepciones y acciones) del hombre —
e incluso de los organismos vivos — que hasta el momento son inexplicables
físicamente. El concepto fue propuesto en 1886 por Max Dessoir y hoy día se
emplea internacionalmente. Los fenómenos de que se trata son llamados
«parapsíquicos» o «paranormales»; el prefijo «para» da a entender que tales
fenómenos se presentan o parecen presentarse al margen de los hechos de
experiencia que nos son familiares y que podemos comprender mediante las
categorías ordinarias de nuestra manera de entender el mundo.
La p.
evita el término, empleado muchas veces, de «sobrenatural», que apunta a un
concepto de naturaleza demasiado estrecho y condicionado por el tiempo.
Desde
siempre se cuentan con notable homogeneidad hechos extraordinarios:
informaciones sobre acontecimientos que no pudieron recibirse por los órganos
normales de los sentidos; operaciones inexplicables sobre el mundo corpóreo. Se
incluyen en el primer grupo: los sueños premonitores, que anuncian algo oculto
en la actualidad o en el futuro, la proscopia y retroscopia, los
presentimientos, las apariciones de muertos, la videncia; y en el segundo
grupo: los anuncios de muerte mediante la ruptura de espejos, golpes,
desaparición y reaparición de objetos; la pequeña y la gran obsesión y, sobre
todo en las leyendas de los santos, la elevación sobre el suelo (levitación).
El «gran misterio» que los hombres percibieron desde los tiempos más remotos,
ha parecido oscilar por mucho tiempo entre el «-> milagro» por una parte y
las operaciones o influjos «demoniacos» por otra (cf. -> posesión
diabólica). La p. se propone investigar con métodos científicos los fenómenos
en cuestión como «residuo no clasificado de nuestra experiencia» (William
James). Aparte de los relatos acerca de hechos espontáneos extraordinarios
(«fenómenos espontáneos»), la observación de acciones extraordinarias
intencionales — videncia de cosas ocultas, profecías, diagnósticos «mediales»
de enfermedades, supuesta aparición y desaparición de objetos por encanto, etc.
— ha conducido a distinguir dos clases o grupos principales de fenómenos, que
pasan a ser tema de investigación
científica:
1.°
La cuestión de una experiencia (percepción) superior a la de los órganos
sensoriales conocidos se investiga bajo tres modalidades: telepatía, videncia y
predicción.
2.°
La cuestión de un efecto dependiente del sujeto, físicamente inexplicable hasta
ahora, sobre sistemas materiales; fenómeno que se llama psicocinesis o
telecinesis.
Las
tres modalidades de la «experiencia o percepción extraordinaria» se definen
como sigue: la telepatía es transmisión de un proceso anímico (sensaciones,
sentimientos, imágenes, ideas) de un sujeto a otro sin mediación de los órganos
sensoriales conocidos; la videncia es la experiencia extrasensorial de una cosa
no conocida por nadie: la predicción es el conocimiento anticipado de un hecho
futuro, que no puede conocerse por vía normal, ni se produce como consecuencia
de un presentimiento anterior. Esta última limitación se requiere para excluir
acontecimientos que uno mismo causa consciente o inconscientemente por influjo
de la fe en la exactitud de una «vivencia profética», a manera de una obsesión
de cumplimiento. Así, p. ej., el sueño de un futuro accidente puede operar como
tendencia determinante que lleva al accidente.
II.
Evolución histórica
Desde
los tiempos más remotos de la humanidad se habla de los fenómenos que hoy
llamamos parapsíquicos. Bajo ropaje mítico éstos aparecen en las literaturas de
los pueblos civilizados, en leyendas y cuentos, enmarcados en la tradición
religiosa. Al comenzar la reflexión filosófica en la antigüedad, muy pronto
aparece una doble especie de interpretación. Esos fenómenos en parte son
considerados como «sobrenaturales», y el saber de cosas ocultas es atribuido
bien a la inspiración divina, o bien a la acción demoniaca: «interpretación
pneumatológica o demoniaca»; y en parte se buscan causas naturales, refiriendo
los fenómenos a facultades anímicas especiales de algunos individuos:
«interpretación naturalista o animista».
Desde
tiempos muy antiguos los sueños fueron considerados como manifestación de
experiencias extraordinarias, que parecen romper las barreras del tiempo y del
espacio. Platón veía en los sueños una inspiración divina; en cambio
Aristóteles, en su escrito De
la adivinación por los sueños enseña
que, en éstos, el alma reacciona a los mínimos estímulos, los refuerza y así
puede obtener conocimiento de acontecimientos remotos. Aristóteles trata de
restringir lo más posible los sueños proféticos. La experiencia hablaría desde
luego en su favor; pero la falta de causa natural hablaría en contra: «Así no
es fácil despreciarlos, ni fácil tampoco creer en ellos.» En el AT el sueño
profético aparece en el marco de la historia sagrada como medio de revelación
divina (Gén 28, 10-17; 37, 5-10; 40; 41, 1-32; 1 Re 3, 5-15; Mc 15, 11-16).
Abundantes
alusiones a facultades extraordinarias se encuentran en las prácticas mágicas
antiguas, medievales y posteriores; así, p. ej., la producción de visiones para
fines adivinatorios por la contemplación de superficies espejadas (mántica
alucinatoria; material copioso en A. DELATTE, La
catoptromancie grecque et ses dérivés [P 1932]).
Además del campo profano de la mántica adivinatoria, la «ciencia de cosas
ocultas» aparece sobre todo en las leyendas de los santos, donde se cuentan
también «fenómenos físicos», sobre todo de levitación (H. THURSTON, The Physical Phenomena of Mysticism [Londres 1952] ). Por operación
demoníaca también los posesos saben cosas ocultas y entienden lenguas extrañas
(cf. los signos de la posesión diabólica en el Rituale Romanum).
El
neoplatonismo explicaba los fenómenos mágicos por una «simpatía universal»: se
producen en el medio de una alma universal, que reacciona como un gran
organismo. Siguiendo ideas neoplatónicas, Agrippa de Nettesheim, en su obra De occulta philosophia sive de
magia(1531), intentó contrarrestar los excesos de la demonología, que
culminaban en la hechicería y brujería. El concepto moderno de «ocultismo» fue
tomado del título de su obra. Un primer llamamiento a la investigación
experimental fue lanzado por Francis Bacon. En su obra Sylva Sylvarum: or a
Natural History (1627)
polemiza contra el alma universal de los neoplatónicos, y recomienda que «ni se
crean sin más» las misteriosas acciones a distancia, «ni se rechacen por
inverosímiles, antes de llevar a cabo una indagación adecuada».
Con
los inicios de la filosofía de la ilustración en Inglaterra (John Locke)
comenzó también una actitud escéptica ante lo «oculto», la cual, unida a la
lucha contrala creencia en -> brujas, condujo a la negación de los fenómenos
«sobrenaturales». Así se inició un proceso secular de repulsa, que, en nombre
de la razón, relegó lo mágico al museo de curiosidades de la estupidez humana.
Del lado cristiano se sacó a relucir la realidad de lo mágico contra los ateos
(en Inglaterra, el clérigo Joseph Glanvil; en Francia, el abad benedictino
Augustin Calmet). Frente al espíritu racionalista del tiempo sobresale la
extraña figura del sueco Emmanuel Swedenborg (1688-1772), naturalista, político
y visionario, que afirmaba estar en comunión con el otro mundo y recibir
revelaciones de los espfritus. Sus visiones, particularmente la historia del
«incendio de Estocolmo», que en 1756 describió con todos sus pormenores desde Göteborg
durante el acontecimiento mismo, pertenece al repertorio firme de las anécdotas
sobre lo extraordinario. Los swedenborgianos — una secta que surgió rápidamente
— entraron en contacto vivo con un nuevo movimiento que por mucho tiempo
rompería el tabú de la ilustración contra lo extraordinario: «el magnetismo
animal», que fue fundado por el médico alemán Anton Mesmer (1734-1815). Las
extrañas facultades de los sonámbulos (estudiados. por Mesmer y sus secuaces),
que en el sueño magnético llevaban a cabo maravillas de clarividencia,
suscitaron el entusiasmo del romanticismo por los «lados nocturnos de la vida
psíquica». La vida anímica inconsciente (dormir y soñar, presentimiento,
clarividencia) parecía preparar el camino para una nueva inteligencia del puesto
del hombre en el cosmos. La
vidente de Prevorst (St.
1829) de J. Kerner fue la biografía clásica de una médium (Federica Hauffe).
Bajo la impresión de las extraordinarias realizaciones de los sonámbulos, la
mayoría de los filósofos contemporáneos (Schelling, Hegel, C.G. Carus)
reconocieron la realidad de las facultades «mágicas» de la naturaleza humana.
Schopenhauer vio en ellas una prueba experimental de su doctrina metafísica
sobre la voluntad como Ding an
sich(cosa en sí), carente de espacio y de tiempo.
Bajo
la influencia de las ciencias naturales, en la segunda mitad del siglo xix los
fenómenos-límite pasaron nuevamente a ser «tabú». Pero tanto más proliferó el
tráfico supersticioso con lo «oculto». Venida de América, se propagó
rápidamente por toda la tierra la epidemia de «la mesa que se mueve». La secta
de los espiritistas, que surgió rápidamente, creía ponerse en comunicación con
los muertos a través de médiums y de mesas golpeantes. La Society for Psychical Research, fundada en Londres en 1882, invitó
a una investigación científica de lo «oculto»; a ella han pertenecido sabios de
todas las disciplinas. Se recogieron y clasificaron los «fenómenos espontáneos»
(relatos de experiencias extraordinarias), se hicieron experimentos acerca de
la que el filólogo de Cambridge, F.W.H. Myres llamó «telepatía» (transmisión
anímica directa), y se estudiaron las supuestas realizaciones prodigiosas de
las personas llamadas mediums físicos (D.D. Home, Slade, Eusapia, Paladino), en
cuya presencia, durante sesiones muy discutidas, se levantarían
«telecinéticamente» mesas del suelo, sonarían instrumentos de música bajo una
jaula de alambre y se reproducirían en parafina cabezas y miembros. Los
resultados fueron publicados en los Proceedings
of the S. P. R. (1882ss).
Siguieron sociedades en otros países, particularmente en los Estados Unidos;
sin embargo, el terreno de investigación siguió siendo discutido. En Alemania
entraron en él sobre todo los médicos de Munich A. v. Schrenck-Notzing (t 1925)
y R. Tischner (t 1961), así como los filósofos H. Driesch y T.K. Osterreich.
Driesch publicó en 1932 la primera metodología:Parapsychologie. Die
Wissenschaft von den 'okkulten' Erscheinungen.
La p.
comenzó a adquirir categoría universitaria con los brillantes experimentos sobre
telepatía en el instituto psicológico de la universidad de Groninga (Heymans y
Brugmans, 1920). El año 1933 en Utrecht se encomendaron clases de p. a W.H.C.
Tenhaeff; en 1953 se creó una cátedra para esta materia y se le agregó un
instituto. A instancias de William McDougall, el año 1929 J.B. Rhine comenzó en
la universidad de Duke (Durham, Carolina del Norte) los experimentos
estadísticos sobre la cuestión de la percepción extrasensorial. En 1934 se
fundó elParapsychology Laboratory,
cuyos resultados de
investigación, publicados en el «Journal of Parapsychology» (1937ss), abrieron
una nueva era en la p. estadística. En Alemania, durante los años 1933-34, H.
Bender llevó a cabo investigaciones positivas sobre «percepción extrasensorial»
en el instituto psicológico de la universidad de Bonn. En 1953, Bender recibió
en Friburgo de Br. una cátedra para campos-limite de la psicología, la cual
está unida con un instituto de igual nombre, abierto en 1953. En 1960, por obra
del fisiólogo L.L. Vassiliev (t 1966), se agregó al instituto fisiológico de la
universidad de Leningrado una sección para el estudio de la «bioinformación»
(telepatía). LaParapsycological Association — sociedad de parapsicólogos
universitarios (Durham, Carolina del Norte) — celebra anualmente congresos.
III.
Estado de la investigación
La
investigación parapsicológica se nutre de tres fuentes principales; como
«materia prima» investiga: 1. Los «fenómenos espontáneos», las experiencias
extraordinarias relatadas por todas las capas sociales, las cuales se acumulan
en tiempos de crisis. 2. Hace experimentos de laboratorio con métodos
cuantitativos y examina las facultades parapsíquicas de las personas que son
objeto de experimentación. 3. Trabaja en experimentos preferentemente
cualitativos con médiums adecuados, es decir, con personas en quienes hay razón
de sospechar que poseen facultades parapsíquicas. Los procedimientos de
experimentación se adaptan a la particularidad de los médiums, y en situaciones
reales («experimentos bióticos») se estudian las realizaciones peculiares, en
relación sobre todo con su motivación, para lo que se requieren métodos de la
psicología profunda.
1. Fenómenos espontáneos, presentimientos, sueños
premonitorios, proscopia y retroscopia, apariciones, gran obsesión, etc., se
estudian fenomenológicamente como «hechos físicos» y, objetivándolos, como
referencia a acontecimientos paranormales. Su evidencia depende del carácter
fidedigno de los testigos y de la documentación. Los mejores casos — bastante
raros — son aquellos en que, lo más pronto posible después del acontecimiento,
se tomó nota escrita del mismo, y en que también puede alegarse
documentación objetiva en pro de «cumplimiento».
Numerosas
fuentes de error pueden conducir a falsas conclusiones: recuerdo impreciso,
tendencia a una explicación mágica de la relación, obsesión de cumplimiento en
supuestas predicciones, etc.
El
método más seguro es la «observación expectante». Se invita a informadores en
los cuales se sospechan sueños parapsíquicos a que comuniquen regularmente sus
sueños a un instituto y den noticia inmediatamente del supuesto cumplimiento
(Bender y Mischo). El copioso material se refiere aproximadamente en su mitad a
acontecimientos simultáneos, y en su otra mitad a acontecimientos futuros. La
manifestación preferida es el sueño realista o el que está envuelto en
símbolos. Los fenómenos espontáneos se refieren generalmente a algo amenazador;
los temas principales son: la muerte (sobre un 40 9b), el peligro para el
cuerpo y la vida, la enfermedad, la separación, la pérdida de bienes y los
celos. La emoción del miedo parece ser generadora de parafenómenos espontáneos.
Estos se refieren casi siempre a personas unidas emocionalmente; en
experiencias predictivas lo colectivo (guerra, catástrofes) aparece casi
exclusivamente en unión con el destino personal.
Los
fenómenos relacionados con la pequeña y la gran obsesión deben asegurarse
contra una falsa interpretación y contra la engañosa e irresponsable
manipulación histérica, para justificar la hipótesis de psicocinesis
espontánea. La gran obsesión, cuando va vinculada a una persona, suele proceder
de jóvenes en período de pubertad, cuyas tensiones psíquicas se descargan en
destrucciones (rompiendo vajilla, reventando bombillas, y también mediante
golpes, pasos, etc.; prueba objetiva en el caso de Rosenheim [1967-1968]).
Cuando la gran obsesión está vinculada a un lugar, un acontecimiento con carga
afectiva (asesinato, suicidio, etc.) ha de producir posteriores fenómenos
extraordinarios; pero aquí la investigación no ha pasado de relatos
anecdóticos.
S.
Freud dedicó especial atención al sueño telepático, y recomendó investigaciones
sobre la relación médico-paciente (situación analítica: Helene Deutsch, Hollos,
Eisenbud, Ehrenwald, Servadio). C.G. Jung opina que sólo en el caso particular
bien observado se aclara la naturaleza individual de los fenómenos
parapsíquicos en su vinculación a «una condición arquetfpica del alma».
2.
Experimentos cuantitativos (estadísticos) de laboratorio (J.B. Rhine, J.G. Pratt, S.G. Soal y
otros) laan contribuido de forma esencial a que pueda someterse a discusión
científica el material anecdótico. El Parapsychology
Laboratory y los grupos de
investigación que tiene anejos han utilizado durante décadas un material que
aún hoy día es aprovechable para el estudio de la percepción extrasensorial. Se
usan cinco símbolos geométricos (cruz, círculo, línea ondulatoria, cuadrado y
estrella), que en los juegos se emplean cada vez en 5 X 5 = 25. En proporciones puramente casuales
se logran en series suficientemente largas 5 aciertos sobre 25 intentos
(expectación media casual). Si, descartando toda posibilidad de una información
normal sobre las cartas, se sobrepasa la expectación casual, se concluye la
intervención de un fenómeno parapsíquico. A base de la teoría de la
probabilidad, puede calcularse con los procedimientos estadísticos corrientes
la importancia del resultado. Si se estudia la videncia, la situación de las
cartas no debe ser conocida por nadie; en los ensayos de telepatía, una persona
piensa en los objetos que otra trata de conocer; en la proscopia, las cartas se
mezclan después de la predicción.
Ya en
su primera publicación Extrasensory
Perception (1934), Rhine
considera la telepatía y la videncia como experimentalmente demostradas; y, a
este respecto, sobre todo los experimentos a distancia (videncia más de 200 m,
telepatía a más de 500 km) garantizarían la eliminación de todas las fuentes de
error. Los resultados han sido confirmados por numerosos investigadores, que
han empleado métodos constantemente perfeccionados. Siempre se ha visto que los
resultados dependen de factores psicológicos (disposición de las personas
sometidas a ensayo, tensión,
apuestas, acción estimulante del experimentador), pero no de variables físicas
(distancia, aislamiento, etc.). También la proscopia de la posición futura de
las cartas la considera Rhine desde 1940 como demostrada por efectos. Tales
efectos los ha demostrado sobre todo el matemático londinense S.G. Soal en
ensayos con el médium B. Shackleton.
Un
grupo de investigadores soviéticos (L.L. Vassiliev) demostró en los años
treinta con el «método hipnógeno» la hipnosis «mental-sugestiva» (telepática) a
distancia, que había sido demostrada ya en 1886 por el psiquiatra francés Pierre Janet. Una
separación de agentes y percipientes por medio de las jaulas de Faraday
(cámaras de plomo), que se hizo para la comprobación de una hipótesis
electromagnética («radio del cerebro»), no influyó sobre el resultado.
El
problema de la psicocinesis ha sido estudiado por Rhine, McConnell, Fisk,
Forwald y otros mediante el experimento de hacer que determinadas personas
influyan en los dados que caen, de modo que un número deseado de puntos
aparezca con más frecuencia que la casual. Pudieron demostrarse efectos,
consistentes sobre todo en un descenso regular de los resultados durante un
proceso de ensayo (efectos de descenso o declinación), cosa que se había
observado también en la percepción extrasensorial de cartas. También se hacen
experimentos psicocinéticos incluyendo sobre la descomposición de sustancias
radiactivas (Rémy Chauvin) o sobre el crecimiento de las plantas (Ch. Vasse).
Como
resultado de un trabajo experimental de más de treinta años, Rhine concluye que
la percepción extrasensorial y la psicocinesis son manifestaciones de una
función fundamental psíquica (psi-función), en que puede distinguirse un lado
cognoscitivo (perceptivo) bajo las modalidades de telepatía, videncia y
predicción, y otro motor (psicocinesis), en analogía paranormal con el sistema
sensomotor. Psi operaria fuera de las energías físicas conocidas y de la
dimensión tiempo-espacio.
3.
Experimentos cualitativos con médiums hacen
ver con particular claridad la dependencia de psi-operaciones respecto de
procesos inconscientes y de un «campo afectivo».
Los
grandes médiums — como la americana Mrs. Piper o la inglesa Mrs. Leonard —
lograron sus mejores efectos en estado de trance. A menudo parecen manifestarse
difuntos a través de tales médiums, dando informaciones sobre su vida que se
comprueban como ciertas. Siempre es posible una «interpretación animista» por
reducción a psi-funciones del médium mismo. Éstos se valen a menudo de un
objeto (anillo, pañuelo, etc.) para ofrecer datos sobre el dueño o sobre la
«esfera» del objeto (psicometría). El «objeto psicométrico» (inductor) parece
poner al médium en contacto con contenidos de una memoria ajena, lo mismo que
un recuerdo activa contenidosde la propia memoria (Tenhaeff). Las declaraciones
de los médiums a menudo tienen estructura onírica: informaciones reales se
presentan mezcladas con propias tendencias afectivas. En ensayos de predicción del
médium holandés Gerardo Croisset, Tenhaeff y Bender observaron que complejos
afectivos hacían sensible al médium para la aprehensión de hechos futuros que
correspondían a estos complejos. Los médiums no pueden objetivar sus
impresiones, no tienen un criterio para distinguir entre psi-información
auténtica y fantasía. De ahí que el empleo práctico de las psi-facultades sea
problemático y peligroso. Las declaraciones de los médiums pueden servir en el
mejor de los casos para la investigación; deben ser comprobables con las
potencias normales de conocimiento. Consejeros videntes son frecuentemente
oráculo de las expectaciones conscientes o inconscientes del cliente, y en este
caso surge falsamente la impresión de objetividad.
IV.
Hipótesis y relación con otras disciplinas
El
experimento parapsicológico ocupa un puesto aparte, pues este tipo de fenómenos
no pueden repetirse a placer, y
las condiciones de su manifestación son completamente conocidas en su aspecto
físico, pero sólo insuficientemente en el psicológico. De ahí la dificultad de
establecer hipótesis y de comprobarlas por la variación sistemática de las
condiciones. Con todo, hay razón para sospechar que un «campo afectivo» —
estados y relaciones fuertemente emocionales — son favorables para la producción
de tales fenómenos y que un descenso del nivel de la conciencia (menor
concentración, dormir, soñar, hipnosis, trance) favorece la manifestación de
psi-informaciones.
Se ha
intentado explicar la telepatía como una especie de «radio del cerebro». Sin embargo,
no se ha confirmado una teoría undulatoria electromagnética. Los mismos
investigadores soviéticos han tenido que conceder que sus resultados hablan en
contra. Los neurofisiólogos declaran (Grey Walter) que los fenómenos eléctricos
del cerebro no se prestan a trasmitir informaciones por el espacio. Todas las
consideraciones sobre una supuesta relación física entre un estímulo y un
receptor desconocido en la percepción extrasensorial carecen de sentido en la
predicción. Un suceso que está en el futuro no puede ser causa energética,
contra la corriente del tiempo, de una impresión surgida antes. La predicción
(o precognición) sería por naturaleza un fenómeno no causal. H. Driesch propone
el concepto de un «campo anímico» supraespacial y suprapersonal, en que se
realizarían percepciones, telepatía y videncia.
Recientemente,
físicos teóricos ven una posibilidad de explicación de la percepción
extrasensorial en la hipótesis de la «omnipresencia» de partículas mínimas,
consideradas como infinitamente extensas (J. Petzold).
Para
la predicción, que no se explica así, Osty, Neuhäusler y otros suponen una
«conciencia universal planificante», en la que se dan «esquemas del futuro». La
observación de cómo los efectos psicocinéticos relativos a la gran obsesión superan
a veces las fuerzas de los medios que los producen, ha llevado a la reflexión
de que los medios físicos «organizan» tal vez la energía, pero no la producen.
La teoría de la sincronización de C.J. Jung renuncia a una explicación física.
Según Jung, los acontecimientos cósmicos no sólo están ligados por una
causalidad perceptible en las leyes naturales, sino que en ellos también puede
crearse un nexo por el «sentido», el cual actúa fuera de las dimensiones del
espacio y del tiempo.
Muchos
parapsicólogos consideran el enlace con la física teórica como el aspecto más
prometedor de la investigación, que permite esperar nuevas conclusiones sobre
la relación entre el alma y la materia. También urge estudiar la cuestión de si
los fenómenos parapsicológicos, que en muchos casos se han considerado como
atávicos, se encuentran también en los animales. Investigadores del
comportamiento (R. Chauvin) han iniciado estudios que parecen confirmar
anteriores resultados positivos de Bechterew. En el campo de la etnología es
importante la cuestión de la existencia de fenómenos parapsíquicos para una
inteligencia tal vez nueva de las prácticas mágicas y de las representaciones
primitivas.
Muy
estrechos son los contactos con la ciencia de la religión y la teología. Pueden
demostrarse analogías parapsicológicas con el milagro y las infestaciones
demoníacas. Los milagros no aparecen ya como un acontecer extra ordinem totius naturae (Tomás de Aquino), sino como una
«contradicción con lo que sabemos de la naturaleza» (Agustín). Esto no afecta
al -> milagro como signum
Dei. En el campo de la
teología protestante la p. incita a un diálogo con el concepto de ->
desmitización, en cuanto se pone en tela de juicio el hecho de los milagros. En
contra de la concepción de los espiritistas, la p. científica no puede aducir
pruebas empíricas en pro de la pervivencia después de la muerte.